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Cansancio matrimonial. Terceros puntos de vista

Cliente: Mujer, 44 años. Casada. Un hijo de 12

La cliente llega tras una breve conversación por mail. Está muy cansada de su matrimonio. Lleva más de veinte años con su marido. Él está muy distante tanto de ella como del hijo de ambos y siempre está ocupado en su trabajo. La relación se ha enfriado. Además ella sospecha que él tiene un lío con una compañera de ese importante  trabajo del que siempre llega tarde. No es ese engaño sospechado lo que la afecta y la trae a mi consulta, dice. Lo que no está dispuesta a tolerar más es la fatiga de esforzarse en todo lo cotidiano, demostrar su afecto y su interés en la relación y no recibir nada a cambio más que frialdad, distancia e inmadurez. Cree que él, honradamente, hace lo que puede pero que no se esfuerza mientras ella lo ha intentado todo.

Propongo crear una historia con el Tarot para hablar acerca del momento actual de su matrimonio. Ella saca estas cartas.

(Te aconsejo que si lees en el teléfono, lo pongas horizontal para ver mejor el sentido de las cartas)

Ipso facto la clienta, que no tiene barba y es mujer de armas tomar, se identifica con La Justicia. Se reconoce fuerte y decidida frente a un hombre que la quiere sin compromiso ni carne. En el matrimonio todo depende de ella menos el trabajo de él, que es para lo que él vive religiosamente. El marido no tiene el menor gesto de afecto hacia ella salvo expresiones vacías que a ella no sólo no le sirven de nada más que para calentarle la rabia: “sin ti no soy nada”. Estas devociones huecas la irritan profundamente, más cuando sospecha que él tiene una amante.

Mi clienta dice que necesita sentirse enamorada, que se encuentra sola en la relación a nivel sexual, afectivo, en la educación del niño, en las responsabilidades del día a día y en el cuidado del otro: ella cuida del bienestar de su marido en temas personales donde él ni siquiera se ocupa de sí mismo. Y por supuesto, tampoco se ocupa  de los temas de ella. Veinte años pesan mucho. Mi clienta ya está cansada, además, de intentarlo todo para llamar su atención. Él sólo reacciona cuando está con otras personas que la valoran por su belleza. Entonces se pone infantil y posesivo, pero en cuanto llega a casa, deja de interesarse y pasa de ella.

La clienta afirma que no aguanta más, que está cansada de trabajar dentro y fuera de casa en un montón de frentes abiertos y harta de sentir que vive con un hombre que no está ni se le espera. Dice que ya no va a hacer nada más para llamar su atención hacia una convivencia más plena. 

Terceros puntos de vista

Apunto que un tercer punto de vista, profesional, ayuda a aclarar las cosas en una pareja. Ella dice que él nunca irá a un psicólogo. Y que parece que el tercer punto de vista, él, lo ha encontrado ya en la (presunta) amante… Y ella ya tiene  su propio, y nada presunto, tercer punto de vista.

Antes de entrar en este tercer punto de vista , (que ya hace el cuarto en la pareja… si logro contar bien) la propongo que, ya que por fatiga no va a hacer nada más para ganar el afecto del marido espiritual, y puesto que no soporta la falta de sustancia, juegue la última carta, que en esta lectura es La Justicia; sugiero que acuda a un abogado para aclarar el tema del divorcio y se lo presente al ausente como última oportunidad. Será interesante ver cómo reacciona él con la espada sobre la mesa. Mi sugerencia pincha en hueso. No es esa la justicia y el equilibrio que ella desea. El hastío marital no llega a tanto. Reconoce que su marido es un buen hombre, que en sus términos para él la familia es lo primero y que está convencido de que él lo hace todo bien. En realidad ella no quiere divorciarse.

¿Un amante arregla las cosas?

Mi clienta me cuenta que con el otro hombre, una casta y larga relación que mantiene congelada en la prudente fase «sólo hablar», se siente muy bien; comparte con él todos sus problemas y sus gustos. Ella es perfectamente consciente de que este hombre la atrae por presentarse como lo opuesto a su marido. Cree que no sabe cómo desea que sea esta relación en el futuro. Por supuesto tiene razón; los deseos ciegan, así que no puede saberlo. Y por supuesto, se engaña. Ella sabe mucho mas de lo que se reconoce, o de lo que reconoce ante mí en este momento. Pero no mostrará sus cartas antes que el Tarot.

Sugiero crear una historia sobre su relación con el otro hombre. Ella saca Templanza y El Carro. Como Templanza mira a la izquierda hacia un espacio vacío, le pido que saque otra carta:

Aquí no se sugiere, precisamente, ningún tipo de ruptura con nadie. Lo hago notar. No hace falta. Ella lo ha pillado. Muchas veces me sorprende la intuición de algunos clientes que jamás han visto el Tarot. Me sorprende más aún cuando afirma que acaba de  decidir, súbitamente motivada, reintentar reavivar su matrimonio. La mayor sorpresa que me espera (evidente, por otro lado), me la llevo cuando me explica que superar la fase «sólo hablar» con el príncipe azul, la va a hacer ver a su marido con menos presión, con lo que tendrá hueco para mejorar el matrimonio.

La clienta lo tiene más claro que yo, que aunque ateo, me descubro más católico que ella en cuestiones de aventuras extramatrimoniales. Sugiero (soy muy conservador en cuestiones familiares)  que saque otra carta. Lo hace y la gira.

Lo comprende nada más verlo. Comprende que lo que desea, que es mantener las dos relaciones, se lee también como otro ángel diferente al de Templanza. La pregunto si sabrá atender todos los frentes va a abrir con su resolución. No tiene la menor duda de que puede.

El trabajo está hecho. Al mirarse a sí misma sin máscaras se descubre capaz de satisfacer sus deseos y manejar perfectamente la situación con los dos hombres. 

tanto con  el caballero verde, que conoce de siempre

como con el príncipe azul que la desea ahora.


Ve con claridad que ella puede ser el objeto de deseo de ambos

y sabe que puede controlar el equilibrio de la situación, que decide como la mejor posible para todos los implicados.

La creo.

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