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Requisitos para aprender Tarot: La seducción inexplicable

Requisitos para aprender Tarot: La seducción inexplicable

 

1.- Si tienes un sistema de creencias, lógico, ontológico o patológico que te funciona, no necesitas aprender Tarot.

2.- Si en tu sistema has encontrado el capítulo que te explica perfectamente a ti, al mundo y a los otros, ¿Para qué ibas a aprender Tarot?

3.- Si necesitas un sistema así, no es el Tarot.

 

 

1.- Si eres vidente de nacimiento… ¿Para qué querrías aprender Tarot?

2.- Si eres una encarnación del pasado o un precursor desde el futuro, vete al punto anterior.

3.- Si eres fiel adepto a una escuela de conocimiento tradicional o posmoderna ¡Deja en paz el Tarot! Todos los adeptos quieren mejorarlo, rellenarle los huecos a la luz de su sabiduría tradicional o posmoderna ¡Al punto uno con ellos!

6.- Si no te has dado cuenta de que nos hemos saltado los puntos 4 y 5 es que te has pasado de frenada vidente, y si te has dado cuenta y lees lo que he subido allí a los archivos de los registros akhásicos… ya sabes a qué punto te lleva eso.

 

1.- Si temes poner en duda tu sistema lógico, ontológico etc., pero lo haces porque le han salido huecos que obligan a tu alma a caer en ellos como la lengua en el espacio del diente roto, tienes sitio para aprender Tarot.

2.- Si todos los sistemas te sirven para encontrar trazas de ti, del mundo y de la relación con los otros, pero ninguno es perfecto; si el pegamento que los une es una ausencia con tu nombre… estás aprendiendo tarot.

3.- Si no necesitas encontrar el sistema perfecto para explicar la realidad, predecirla y postdecirla, es que dentro de ti la ficción tiene espacio para leer el Tarot.

 

 

1.- Si la baraja te ha seducido con su ritmo diabólico y su olor a vicio y santidad; si el vértigo al mirarla danzar entre los dedos te vacía de tu presencia, presa y por aprender en los abismos caóticos entre los naipes al mezclarse… estás aprendiendo Tarot.

2.- Si antes, creyendo que lo conocías y no podía engañarte, lo rechazabas por completo y ahora ya no puedes y te atrae el engaño con una certeza inexplicable, estás aprendiendo Tarot.

3.- Si no necesitas adherirte a más escuela que a la contemplación sagrada de tus ausencias que te rebosan el alma y la baraja, estás aprendiendo Tarot.

Adivinar el futuro

Adivinar el futuro

De la adivinación del futuro, la naturaleza de la creencia y el coraje.

Leer el tarot significa que, con frecuencia, recibes llamadas de gente que desea conocer su futuro perfecto de indicativo para saber qué, o qué no, les va a pasar. Ganar o perder. Rojo, par y pasa. O aún mejor; algunas personas llaman para saber cómo les va a ir a otros “¿Me querrá?”, “¿Se va a curar?”, “¿Va a vender el piso?”, “¿Aprobará la oposición?”.

Yo no leo eso en una baraja. Me parece incorrecto, sucio y absurdo. Lo comparo con el censor capaz de leer y anticipar un escándalo en un beso inocente, o con el biólogo que en vez de la evolución, fuerza en la naturaleza la lectura de su dios fijo.

Quienes me llaman para leer futuros, obviamente sufren, y configuran lo mejor que saben el mapa de su alivio apostando a rojo o negro en un futuro perfecto en el que sólo se conceden ser sujeto paciente. La mayoría afirma no creer que se pueda leer el futuro, pero quieren pagar y reservarse después si creen o no. Equivocan el juego con tanto candor como riesgo. Del todo. Confunden las canicas con la ruleta rusa:“Voy, te pago para que me leas el futuro, y si no me gusta lo que me dices, no te creo”. Es como decir: “Me tatúas lo que yo quiero en los brazos y en las manos, sin que yo te lo diga, que así cualquiera puede, y luego si no me gusta, no lo veo”.

Elegir creer no es gratis.

Elegir lo que crees sólo puede ser el resultado de perseverar en el arte de dudar. Y lo primero que eso enseña es que ser dueño de las propias creencias (creer o descreer a voluntad) es un trabajo muy valiente y riguroso que no acaba nunca. A caballo entre la lógica más precisa y la magia. Ay es ná.

La creencia no es sin esfuerzo. Propio y ajeno. Toda la historia con sus fantasmas, toda la cultura con sus monstruos, sus héroes, sus dioses y demonios empujan como tsunamis desde atrás y desde el futuro, desde arriba y desde abajo. Aprendemos a hablar en las palabras de otros, a pensar en los mapas imaginarios que otros han explorado y cartografiado. Sacamos nuestro futuro de esas palabras y esos mapas.

Y nuestro pasado. Y nuestro presente.

Y nuestros miedos y nuestras esperanzas.

La memoria de nuestra propia identidad y del mundo se forma en un paisaje compartido, repleto de presencias (y pasadencias, y futurencias). El yo es un fantasma entre fantasmas hecho de fantasmas, de creeres; un artículo de fe.

Veo la fe como el superdeportivo de la memoria; atraviesa sus paisajes a una velocidad tan intensa que los borra; no importan, sólo cuenta ella, la experiencia absorbente de conducir. Nadie siente la necesidad de mirar el paisaje de su creencia. Es como si no existiera de tanto que lo hace. ¿Quién duda de la gravedad? Hasta Newton nadie, que yo sepa.

La razón, por otro lado, es el enjaezado borrico que avanza paso a paso, con tozuda dialéctica, ocupando su espacio en el esfuerzo de alcanzar su perfecta zanahoria recortada contra el horizonte. Tampoco ve el paisaje, sólo le concierne la parte definida y absorbente que le dibuja su hambre.

Si pagas por un futuro se te va a colar en la memoria, se mezclará y disimulará con lo que encuentre, y se comparará con todo lo que te pase, buscándose. Poseerá tu mirada, y dentro de ti nada de lo que pasa es mentira. Elegir creer, o no creer, no es gratis. Y si pagas a otro, no puedes no comprar.

El yo (también) es inercia.

La persistencia de la memoria. Dalí 1931

La inercia de “yo” (donde el futuro es una magnitud esencial) no se cambia sin un esfuerzo constante y colosal. En el fondo creo que no se cambia. No creo que podamos oponer una fuerza eficaz a los millones de caballos de empuje de milenios de cultura y genealogía. De gramática y lenguaje. Opino que, eso sí, podemos aprender a enfocar el mapa desde otras perspectivas, relacionarnos distinto con los fantasmas, y eso marca la diferencia entre lo tóxico y lo nutritivo, y eso, de paso,  revela que nada es para siempre, y menos en el país del yo.

Creo que somos naturalmente devotos, criaturas de fe, y sólo voluntariamente escépticos, sujetos inteligentes. La naturaleza no se para a pensar. No duda. Creo que al auténtico místico no es el que se baña en su creencia sino el que ya no se hiere dudando. Creo que el místico que no duda no es un místico sino un fanático.

¿Cómo explico esto a quien quiere que le adivine su futuro con mis cartitas?

Con un enorme respeto hacia su sufrimiento, hacia cómo lo expresa, y reconociendo mi incapacidad para ayudar a todo el mundo. No puedo dar a nadie la certeza de un futuro cuando mi propia fe, antes o después, me obliga a cuestionar toda certeza y a equivocarme con frecuencia de montura, paisaje, predicado y hasta sujeto. Y para eso uso el tarot, el teatro de bolsillo de mi memoria, mi juego de mesa de estrategia, mi mapa para invadir mi memoria y el mundo.

Yo puedo ayudarte a reparar en tu paisaje descansando un rato del burro o del bugatti. Puedo ayudarte a aclarar tus elecciones como voz en off ante un tarot desplegado, jugando a que interpretamos ese paisaje e inventemos caminos. Pero sólo tú tienes el coraje para ser tú. Nadie puede ser por ti en tu ausencia. Ni siquiera el futuro.

El significado de los Arcanos

El significado de los Arcanos

Nada tiene un significado fijo, y los Arcanos del Tarot, cartoncitos pintados usados aleatoriamente, menos que nada. Existen mucho mejor como disolventes que como constructores.

Los arcanos del Tarot transportan y transmutan el significado a lo largo de sus relaciones en una lectura. Una lectura se parece a una jugada de fútbol surrealista donde el balón, en cada pase, se convierte en algo inesperado; en lo contrario, como en un listín telefónico; o en algo complementario como en un zapato; o en algo incomprensible y abstracto, como en la certeza de estar siendo uno mismo jugado por fuerzas incomprensibles a patadas. Y frecuentemente en todas esas cosas a la vez y en todas las demás cosas, posibles e imposibles, al mismo tiempo.

Los arcanos, me parece a mí y así los uso ahora, están para des-significar. Para cultivar la duda. La duda no cartesiana, no metódica; la duda poética, protéica, caótica, esdrújula a más no poder. La duda escéptica, que es como conducir una bici por primera vez sin ruedines, apoyado en el misterioso y cómodo equilibrio que se desprende, imposible, en cada pedalada.

Y la designificación requiere de firmes entrenamiento y compromiso. Requiere horas e inteligencia y más de dudar que de saber. Hay que estudiar para saber, pero hay que estudiar más para dudar evitando que las certezas sean el final de la inteligencia. Y hay que tener mucha motivación para el escepticismo, porque es un estado que no se da en la naturaleza. La duda sana no tiene nada de natural, sólo existe y se sostiene con energía y determinación en la mente humana. La naturaleza no duda ni se equivoca; esos son los regalos de la inteligencia perseverante.

Con todo el respeto a las personas que padecen alguna enfermedad mental, hay que estar loco para leer el tarot. Pero no el extravío que requiere ayuda profesional y competente, ni el adolescente de decirse loco porque el mundo no es como uno quiere. Jugar a leer el Tarot es un tranquilo paseo en bicicleta sin saber y sin bicicleta, pero con un balón que vuela con la torpeza deshojada de un listín telefónico, desprendiendo nombres que no significan nada. Y cuando no significa nada, le das una patada. Y la patada te duele a ti.

Y descubres que no sólo eres el dueño de un culo dolorido, sino también de una bota de futbolista con la puntera humeante.

Y miras las cartas sobre al mesa.

Y entiendes, sin entender.

 

Aprender tarot: Poesía psicotrópica

Aprender tarot: Poesía psicotrópica

 

Aprender tarot te transforma.

El lenguaje está hecho de pasado. Usamos las palabras y las estructuras que ya estaban ahí. Y lo hacemos para contar algo que nunca ha sucedido antes en la historia: nosotros.

 

 

W. Burrougs decía que el lenguaje es un virus; nos usa para replicarse a sí mismo a lo largo del tiempo.

Cada palabra y cómo se unen es una herencia (maravillosa, invaluable, me encanta este virus) que recibimos y empleamos, el 99 por ciento del tiempo,  involuntariamente:

No puedes no leer una palabra que acabas de ver ante ti.

Hasta puedes leer cosas que no son palabras.

Tampoco puedes  pensar sin palabras…

…Ni siquiera puedes reconocerte sin ellas.

No cuestionamos casi nunca el significado de las palabras ni las estructuras en la que se colocan para funcionar. Pero esas cosas no te pertenecen.  Al contrario: tú te ajustas a su forma y sus reglas.

 

 

Sin embargo hay mundos nuevos que no podemos alcanzar con palabras viejas.

 

Aprender Tarot, ¿activar un antivirus? ¿Leer el presente?

El Tarot de Marsella ha evolucionado adaptándose al uso que le hemos ido dando generación tras generación.

Desde sus orígenes patibularios como juego de mesa de taberna,  palacio y coro de iglesia (Las referencias más antiguas siempre son leyes y sentencias sancionándolo en absolutamente todos los estamentos), se ha convertido en una anomalía cultural de la lógica y la estructura del lenguaje (un antivirus).

Con los siglos de uso el TM ha adquirido una personalidad única de estafador, jugador, loco, seductor, profeta, santo, filósofo, pitonisa, poeta, mago, bruja… Es un libro de naturaleza desordenada, impredecible y atractiva conocido, despreciado y temido por todos.

Es un brillante poeta maldito

de verbo afilado,

pegada de púgil

y corazón de ángel.

Leer el tarot nace de la tensión  por conocer algo que no alcanza a explicarse a sí mismo, algo contenido en un presente tan intenso que las palabras no pueden sujetarlo con manos de fantasma. Hay que darles un chispazo, como a Frankenstein.

Rompemos el pasado e invocamos el presente  (damos el chispazo) al barajar, al quebrar la estructura del libro y del lenguaje. Puede llamarse azar (puede… aunque ya hemos dicho que los viejos nombres no alcanzan al tarot). Personalmente me gusta más, simplemente, llamarlo juego. Sigue siendo un juego.

 

Aprender Tarot es hablar presente.

La lectura del tarot se estructura gramaticalmente al invocar el caos, al desmontarlo, al romper el orden. Y lo rompemos tanto en su dimensión de baraja en las manos como en la del recuerdo en nuestra memoria.

Al tarot  no le importa lo que tú y yo pensamos de él. No vive definido en tu memoria ni en la mía como entradas de diccionario  amortajadas en un significado perfecto.  «El significado de los arcanos» es lo que ponen todos los libritos que vienen en los mazos nuevos de tarot, aquellos que todo principiante manosea en cada tirada con el ingrato sabor a pecado que descubre al desear deshojar el libro y barajar sus páginas para facilitarse la vida.

El auténtico significado de los arcanos es terra incognita adquiriendo una densidad de éxtasis efímero a través de un juego sagrado de encarnación; de tu memoria quebrada a algo que antes no existía, y de ahí a tu corazón, a tus manos, a tus pies, a tus pasos.

El tarot vive al girarse sobre el tapete, desprendiéndose de tu sorpresa y de la mía, exigiéndonos el silencio por el que colarse en nuestro disco duro.

Por eso leer el tarot es un acto psicotrópico. Por eso implica un ritual. Un psicotrópico  es un revelador fotográfico del alma. Un ritual es una conducta dirigida a crear un espacio que pueda albergar una nueva realidad. Aunque puede resultar útil no hace falta bajar las luces ni quemar incienso. Barajar es suficiente si se hace con atención; si se rompe el orden, la estructura, el significado, con silencio y determinación, para hacer sitio al presente.

Si el lector quiere comprender el momento, debe liberarse de la inercia del pasado que no explica su nuevo mundo, y del ansia de un futuro que sólo puede cercar en palabras antiguas. El lector debe exponerse, sin palabras ni reservas al presente; compartiendo el espacio en el que el tarot vive, alcanzándose a sí mismo, creando su propia narrativa.

 

Y luego debe aplicar su energía, su disciplina, en manejar y caminar su propio relato lo mejor que pueda. Con sus pies y (¡Por qué no?) con sus dudas. El significado de sus actos, sus certezas, es lo que ha quedado a su espalda. Son sus huellas. Y ya no le pertenecen.

 

Lectura de cartas

Lectura de cartas

¿Qué es una lectura de cartas?

 

Nadie acude a una lectura de tarot porque vive un sereno momento de claridad. Barajar el tarot, extender los naipes y contemplarlos es, en primer lugar, admitir la propia confusión… e inmediatamente aumentarla porque no es lucidez lo que te llena cuando ves bocarriba esas extrañas imágenes.

Los naipes representan fantásticamente lo confuso, lo difuso, la connotación, la metáfora. Arcano (= carta de tarot) no significa «explicación», sino «misterio». Entender que no comprendes nada cuando los ves es lo correcto. Sin ese vaciado de significado que las imágenes te provocan, sin ese borrado de expectativas, sin ese reset, no hay lectura de tarot.

 

Una lectura de cartas es una iniciación

 

Una lectura de cartas es una iniciación a un proceso mágico y creativo de transformación personal: lo que sabíamos ya no nos sirve, es preciso iniciar una nueva forma de pensar, sentir y actuar. Es el momento de elevarnos a una relación más profunda, hermosa y responsable con el mundo y con nosotros mismos.

El mensaje misterioso y transformador del tarot sólo puede escribirse en el soporte inocente de un silencio sorprendido; en lo que desconoces, no en lo que sabes. Una lectura de cartas reorganiza tu memoria para que reinterpretes el mundo, optimiza tu percepción del presente como el momento del poder, y te inspira a realizar las acciones correctas hacia un futuro que intuyes posible.

El mazo del tarot de Marsella es un poderoso destilado cultural de alta graduación. Una forma exquisita de arte, filosofía y silencio que los siglos han modelado con flexibilidad mágica: Las cartas no son claras ni perfectas; son las piezas incompletas de un rompecabezas que sólo encajan, cobrando sentido, al encontrarse contigo en el momento adecuado.

Un buen lector profesional de tarot no pretende interpretar para el consultante; intenta que éste lea por sí mismo, así que su papel en una lectura de cartas es, ante todo, no escamotearle la sorpresa ni la confusión, sino ayudarle a gestionarlos para que les extraiga toda la magia, el poder y le permitan iniciar y sostener el cambio interno para iniciar una vida más plena.

 

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